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De ideólogo marxista, pasando por sectario, a ferviente católico

Karl Marx

Un testimonio notable de conversión.

Mi nombre es Alejandro Olvera Moya y nací en Ciudad Netzahualcóyotl, México en el seno de una familia de lo que se podría llamar “católicos mediocres” (es decir, que no viven su fe ni acuden a los sacramentos). Éramos muy pobres. Con el paso de los años yo y mis 8 hermanos fuimos creciendo al tiempo que mi papa se iba hundiendo en el alcoholismo. Con nuestro crecimiento los problemas se multiplicaron. Nunca nos falto dolor ni motivo de penuria en casa. Se comprenderá entonces porque razón yo perdí la fe apenas entrada la adolescencia.

Al entrar al CCH (educación media superior) me adherí a grupos de izquierda y comencé a beber con avidez los libros de autores marxistas: El Manifiesto…, Salario Precio y Ganancia, las Cinco Tesis de Mao, Qué hacer, etc. Toda esa bazofia marxista leninista. Pero para mí, no lo era en aquellos años, yo tenía 15 años cuando por primera vez pronuncie las palabras “Yo no creo en Dios”. Y me bebía toda la doctrina marxista que era para mi como una religión o más que eso, la moral estaliniana es mil veces más rígida e implacable que lo que podría eventualmente ser la moral cristiana, que en realidad es muy llevadera (por mucho que se quejen los libertinos). Yo participaba en Manifestaciones, pegaba carteles por las noches, etc. lo hacía todo… por que yo quería cambiar el mundo, mejorar el mundo, eliminar la pobreza, la miseria y la ignorancia. Y, por supuesto, para esto era necesario atacar al “opio de los pueblos” y a su principal representante, la Iglesia Católica. Odiaba a la Iglesia y sobre todo al Papa, enemigo declarado de nuestro proyecto de liberar a aquellos que “nada tenían que perder excepto sus cadenas”.

Una mañana, un amigo mío, Eduardo Luis Osorio Cortes, que Dios lo guarde porque ya falleció, reconoció con timidez que el sí era creyente. Me dijo, “la verdad es que yo si creo en Dios” y yo me quede estupefacto, qué clase comunista, qué clase de intelectual orgánico, qué clase de representante teórico de las masas oprimidas puede decir algo como eso. Pero era mi amigo y no le di importancia.

En 1989-1991 toda la farsa comunista se derrumbo y salió a la luz toda la verdad acerca de la dictadura del proletariado. Me recuerdo en ese año explicándoles a los nuestros acerca de las dimensiones de nuestra tragedia: “El marxismo se compone de tres partes fundamentales, de tres pilares que lo sostienen: el primero es el materialismo dialéctico, que no es sino el materialismo de Hegel, pero transpuesto, y su aplicación al análisis histórico, el materialismo histórico. El segundo es la Crítica a la Economía Política que no es sino la crítica a la teoría económica clásica (Smith, Ricardo, Stuart Mill, etc.) y el tercero es la dictadura del proletariado (porque la teoría de la “lucha de clases” en realidad no fue una contribución de Marx). Una vez, que la única aportación del marxismo, es decir, la Dictadura del Proletariado, ha resultado un fracaso, señores, todo se ha perdido, es hora de volver a los estudios para explicar porque falló todo” Y lo hicimos, yo me titulé en economía, otros se dedicaron a sus familias y otro más se volvió un paria que nadie sabe en que rincón de la historia fue a terminar.

Huérfano de pensamiento me adherí a un grupo humanista que finalmente resulto ser una secta religiosa, lo que me llamo la atención de ellos fue el ambiente de camaradería, la juventud de la mayoría de sus miembros. Siempre me molesto la ingenuidad de sus ideas, pero en fin, como yo ya era un “ideólogo” rápidamente mi presencia se volvió notoria y fui un miembro más o menos importante de la secta hasta mi salida en 1998 para reincorporarme a la Iglesia Católica.

Fue una vez que tuve una sesión de adoctrinamiento con ellos, una tarde de un domingo, que descubrí que como todo lo mejor que tienen las sectas, sus ideas eran un plagio de la doctrina católica. Y es que en la mañana había yo ido (cosa rara) a misa, y en su homilía el Padre había hablado algo de “ponerse en presencia de Dios” y resulto que varias de las cosas de las que hablaba nuestra Coordinadora, se relacionaban con esa interpretación. Yo descubrí inmediatamente el plagio, pero callé, porque yo era miembro importante del Sector.

En realidad el viraje había comenzado 2 años atrás, cuando ingrese a la Escuela de Pastoral, en 1996. Yo era un “huérfano espiritual” y vivía en una búsqueda continua. Así que una vez, al salir de misa un muchacho me interceptó y me invitó a asistir a los cursos de la Escuela de Pastoral. Un encuentro que, a decir verdad, yo ya estaba buscando, y es que me intrigaba una cosa. El Marxismo era un Edificio teórico impresionante, con su propia teoría política, su propia filosofía, su propia interpretación de la historia, en fin, era por si mismo un subproducto de lo mejor del pensamiento moderno, y sin embargo, no duró…, todo fue un fiasco, y se perdieron más de 60 millones de vidas (según los últimos cálculos) solo para comprobar que todo era un fraude. Y sin embargo, vino un hombre llamado Jesús, natural de Palestina, campesino sin ninguna instrucción y fundó una corriente del pensamiento (recordemos que yo todo lo concebía en términos marxistas) que sobrevive hasta nuestros días personificada principalmente en la Iglesia Católica. ¿Cómo puede esto suceder? Hasta el ateo más ateo no dudará en darme la razón, este es un problema bastante interesante, un sabio que se desmorona y un carpintero que triunfa.

Y así comencé a adentrarme nuevamente en la Iglesia Católica y sus riquezas espirituales, tan vastas e incontables. Y comencé a descubrir un Tesoro abierto que siempre estuvo frente a mí y que nunca llegue a valorar. No se imaginan lo que pierden aquellos que abandonan la fe católica, no pueden cuantificar sus pérdidas. Y hasta para los propios católicos que nunca han perdido la fe, les cuesta trabajo valorar la herencia espiritual de la cual son depositarios. Yo la tuve y la perdí, pero la volví a recuperar. Los valores cristianos, perlas preciosas que el mundo no tiene en aprecio. La riquísima tradición intelectual del pensamiento de la Iglesia, la maestra de los 2000 años, cuánto no tendrá para enseñarme a mí. La fe… Dios me devuelva la fe que tuve un día que fui niño, cuando no me causaba miedo la muerte, cuando no temía al futuro ni a la oscuridad. La virgen de Guadalupe… nada sabía yo ni de teología ni de filosofía cuando a través de su dulce rostro comprendí que había un Dios en el universo, un Dios bueno y misericordioso.

Lo he dicho una y mil veces, no me enamoré de una mujer católica, no se me murió un familiar, no creo tener ninguna deficiencia psicológica que deba subsanar, yo regrese a nuestra Santa Madre Iglesia Católica, pasando de lo intelectual a lo espiritual, del conocer al sentir. Nadie hizo un esfuerzo por convencerme, yo volví prácticamente solo, es decir, sólo Dios me iluminó.

Resumo mi experiencia diciendo que, a veces, cuando me toca leer alguna lectura en la misa de las 8.00 PM, siempre me pongo a pensar. Heme aquí, yo, el que no creía en Dios, y la gente me ve, y los que me conocen tal vez se ríen de mi, por las palabras que pronuncié cuando viví en la confusión, por el orgullo que tenía, por mi autosuficiencia de antaño, por mi falta de humildad. En cualquier secta yo sería un miembro prominente y aquí no soy más que cualquier otro hermano, ni siquiera soy yo quien va a dar la homilía. Soy uno más de la Escuela de Pastoral, ni siquiera soy maestro o pastor. Los que me conocieron se burlan de mí, me llaman “mocho” o “persinado”. Y es que eso me he vuelto para el mundo, un motivo de burla. Nadie respeta más mis razonamientos, nadie escucha mis palabras, cuando dije burradas todos me oían y ahora que por primera vez les digo algo que vale la pena escuchar, nadie quiere oírme, tal vez por eso he escrito demasiado.

Y aquí estaré siempre que Dios me preste vida, seré un motivo de burla para todo el mundo. Yo no merezco estar aquí, porque he sido un pecador, sólo Dios sabe cuantas almas se perdieron por mis palabras, sólo Dios que ve a través de nuestros corazones sabe porqué yo estoy haciendo ahora el ridículo, pero he vuelto ya no me volveré a ir, porque ya se lo que es vagar en la oscuridad entre sectas e ideologías, porque ya se que la mente y el ojo engañan, porque se que es la humildad y no la soberbia lo que se necesita que tener sabiduría. La cruz, el excelso significado de la cruz. En fin, agradezco su atención. Y Dios los bendiga por el trabajo que realizan sacando del arrollo a los soberbios como yo.

Autor: Alejandro Olvera Moya

Fuente: Apologetica.org

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